No podríamos hablar de inventos revolucionarios sin hacer referencia a aquellos que nacieron del agua.
Y es que en la historia de la humanidad nunca ha cesado la carrera por la invención de artefactos que nos hagan la vida más fácil y obviamente resuelvan todos nuestros problemas.
Uno de los grandes inventos revolucionarios que nacieron del agua fue la prensa hidráulica, la que sin lugar a dudas cambió el rumbo de la historia moderna.
Más adelante se inventaron los elevadores de agua. Pero todo comenzó con los primeros canales de irrigación o las represas en el Nilo hace 6.000 años a su paso por la capital del antiguo Egipto.
Desde ese entonces el agua se convirtió en un líquido vital para el desarrollo económico y social del mundo entero.
Tengamos claro que todos estos inventos surgieron de la necesidad del hombre por una vida mejor, tal es el caso de las tuberías de cerámica que abastecieron de agua a muchísimas casas en Pakistán hace 5.000 años.
Ahora bien, según investigadores del Centro de Hidrociencia e Ingeniería (IIHR) de la Universidad de Iowa (Estados Unidos), no fue hasta la llegada de la hidrostática cuando realmente se comenzaron a crear inventos revolucionarios.
A su parecer, fue en ese entonces cuando se llegó a entender el potencial del agua, más allá de su necesidad para el cuerpo humano.
Desde La Fábrica de Inventos queremos mostrarte cuáles fueron los inventos revolucionarios que cambiaron el rumbo de la historia tal como la conocemos hoy en día.
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La invención del tornillo de Arquímedes tenía como finalidad llevar el agua hasta diferentes alturas de la fuente principal.
En ese sentido, los historiadores aseguran que el griego Arquímedes fue uno de los primeros en analizar la ciencia detrás del agua.
El tornillo de Arquímedes se refiere a una bomba de agua, para aquella época muy sofisticada, que se utilizó incluso para regar los jardines colgantes de Babilonia.
Fue allí cuando surgió la necesidad de desplazar el agua a diferentes alturas con la ayuda de una fuerza externa.
En cuanto al funcionamiento de este invento revolucionario, el agua viajaba a través de un cilindro hueco compuesto por un tornillo helicoidal que era accionado a través de una manivela por uno de sus extremos.
El éxito de este novedoso artefacto también se extendió hasta España, y en algunos sitios como Segovia se cambió su uso principal para mover objetos pesados durante la construcción del acueducto de la ciudad.
Leonardo Da Vinci fue uno de los protagonistas de la revolución del agua. Sin embargo, poco se conoce de su trabajo en la materia.
Lo que sí reconocen los historiadores es que Da Vinci utilizó la base del tornillo de Arquímedes para crear más inventos revolucionarios para la época, como por ejemplo un primitivo helicóptero o curiosos sistemas de irrigación.
Años más tarde, fue el ingeniero Simon Stevin, quien demostró que la forma de los recipientes de agua no influye en la fuerza del agua. De esta manera dio lugar a la paradoja hidrostática.
La prensa hidráulica es uno de los inventos más importantes de la historia.
Fue creada por Joseph Bramah en el siglo XVIII basado en el principio de pascal, que establece que “la presión ejercida en cualquier punto de un fluido encerrado e incompresible se transmite por igual en todas las direcciones en todo el fluido”.
Esto de un modo más sencillo quiere decir que la presión en todo el fluido es constante.
Esta prensa hidráulica estaba compuesta por dos cilindros y pistones de distintos tamaños pensados para realizar diversos trabajos.
Además, fue fundamental desde la Revolución Industrial hasta nuestros tiempos, pues aún seguimos usando el mismo mecanismo en las máquinas que elevan los coches en los talleres mecánicos, por ejemplo.
También en el siglo XVIII, el francés Henrit Pitot inventó un tubo que lleva su nombre y que es considerado como el primer medidor de flujo. En ese entonces, las pruebas del invento se hicieron en el caudal del río Sena.
En años posteriores, el tubo de Pitot recibió algunas modificaciones que permitieron medir la velocidad del flujo de gas, a través del mismo dispositivo.
El tubo de Pitot está integrado por dos tubos que forman una L, la cual varía de tamaño dependiendo del uso que se le quiera dar.
Estos tubos se llenan de agua para que, cuando el flujo entre por uno de ellos, mida la presión del impacto, mientras el otro se ocupa de la presión estática.
En la actualidad, los tubos de Pitot se utilizan para medir el flujo de gases en sistemas de aviación. De forma más concreta, se utilizan para calcular la velocidad y analizar posibles desencadenantes de pérdidas de velocidad.
De igual manera, es utilizado por los ingenieros de la Fórmula 1 para saber en qué posición instalar los alerones del monoplaza dependiendo de la carga que exista.
200 años después de la invención de John Harrington, la cual quedó en el olvido por pedido de la reina de Inglaterra, Alexander Cummings innovó los retretes con un tubo en forma de S en su zona de descarga para hacer pasar los desechos.
Asimismo inventó una barrera de agua limpia para impedir la entrada de malos olores u otros elementos nocivos.
Este invento revolucionario logró instalarse con facilidad en casas y edificios, por lo que hasta la actualidad son muchos los modelos que se pueden encontrar en el mercado.
Este innovador retrete, que pudo instalarse con facilidad en la mayoría de los edificios, sentó las bases hacia una carrera por una higiene personal más eficaz y segura.
Nikola Tesla, figura reconocida por sus invenciones en el campo del electromagnetismo, patentó el conducto valvular, el cual curiosamente no tiene partes móviles en su interior.
El establece que un fluido tiende a ser atraído por una superficie cercana a su trayectoria.
Basado en esta teoría, Tesla inventó una herramienta compuesta por una serie de cavidades ovaladas que, al hacer pasar un líquido, frenan o facilitan su paso por toda la estructura dependiendo del extremo por el que sea introducido.
De esta manera nació una válvula con la capacidad de regular el flujo del agua sin necesidad de instalar partes móviles. Actualmente es de especial utilidad en ingeniería de microfluidos, así como también en los motores de reacción por pulsos.
Thomas Gryll ideó un invento que revolucionó la forma de transportar el agua a las casas del mundo entero.
El grifo, a diferencia de los sistemas que existían anteriores a él, contiene una válvula roscada que permite regular el flujo del agua con facilidad, además de ser más duradera.
James Simpson inventó el primer sistema efectivo de filtrado de agua, basado en la colocación estratégica de sustratos arenosos por los que pasaba el agua hasta quedar libre de gérmenes e impurezas.
Gracias a este invento, el suministro de agua se volvió mucho más seguro, evitando las enfermedades asociadas al agua como la diarrea.
En la actualidad, son muchos los inventores que han innovado este sistema, siempre en pro de facilitar su fabricación y perfeccionar su función.
La Primera Guerra Mundial, que se llevó a cabo entre 1914 y 1918, dejó desolación y destrucción en Europa, pero durante esa época también se crearon algunos productos que utilizamos hasta nuestros días, e incluso algunos de los que ya no podríamos prescindir.
¿Quieres saber cuáles son? Acá te los mostramos con lujo de detalles.
El inglés Harry Bearley es el responsable de la invención del acero inoxidable.
Según los historiadores, y tal como aparece reseñado en archivos de la ciudad de Sheffield en Inglaterra, Brearley desarrolló lo que es considerado el primer acero sin óxido.
Este producto definitivamente revolucionó la industria metalúrgica y se convirtió en uno de los mayores componentes hasta la actualidad.
Al parecer, el ejército británico estaba intentando encontrar un metal mejor para sus armas, pues los cañones se deformaban después de varios disparos por la fricción y el calor de las balas.
En ese sentido, el ejército le pidió Brearley, que trabajaba como metalúrgico, que encontrara una solución permanente para este problema.
Después de probar a añadir cromo al acero, Bearley desechó algunos de sus experimentos por considerarlos fracasos.
Tiempo después, notó que después de un tiempo esos experimentos no se habían oxidado, a pesar de haber sido abandonado entre un montón de escombros.
Finalmente, el acero inoxidable fue utilizado en algunos de los motores aéreos durante la guerra. Posteriormente se generalizó en el uso de productos cotidianos para la sociedad, como los cubiertos y material quirúrgico del que dependen muchos hospitales.
El reloj de pulsera no fue creado específicamente durante la Primera Guerra Mundial. Por lo menos así lo indica la historia, pero su uso creció exponencialmente durante este periodo histórico. Después de la guerra era muy común utilizar un reloj de pulsera para dar la hora.
Anterior a esta época, los hombres acostumbraban a utilizar un reloj de bolsillo, cuyo valor tampoco era accesible para todos.
Cabe destacar que fueron las mujeres quienes impulsaron este invento revolucionario, pues se puso muy de moda cuando notaron que la reina Isabel I de Inglaterra usaba un pequeño reloj que se adhería a su brazo.
Asimismo, el tiempo adquirió mayor relevancia durante la guerra, pues los soldados tenían la necesidad de sincronizar la hora de los bombardeo, por ejemplo.
Al ver el auge del reloj de pulsera, los comerciantes también comenzaron a ofrecer estos relojes como un accesorio ideal para tener las manos libres durante el calor de la batalla.
La empresa H. Williamson, que hacía relojes en Coventry, Inglaterra, anotó en su informe anual de 1916: «Se dice que uno de cada cuatro soldados utiliza reloj de pulsera y los otros tres quieren adquirir uno lo antes posible».
En el invierno de 1918 se estimaba que la mitad de los niños en Berlín sufrían de raquitismo, una enfermedad en la que los huesos se reblandecen y se deforman.
La causa de esta enfermedad era desconocida, aunque sin duda alguna se asociaba a la pobreza.
Un doctor de la ciudad, identificado como Kurt Huldschinsky, notó que sus pacientes estaban muy pálidos. Es por esta razón que decidió iniciar un experimento con cuatro de ellos.
Los pacientes fueron sometidos a un tratamiento con lámparas de cuarzo y mercurio que emitían luz ultravioleta.
Con el paso del tiempo, el médico notó que los huesos de sus pacientes se hacían más fuertes. En mayo de 1919, cuando llegó el sol del verano, les pidió que también tomaran el sol en sus terrazas e incluso en alguna plaza.
Los resultados de su experimento trajeron felicidad y esperanza a los enfermos, por lo que cada día crecía más y más la lista de pacientes que querían someterse a este tratamiento.
Cuando fueron publicados, los resultados de su experimento se acogieron con gran entusiasmo.
En Dresden, otra ciudad de Alemania, los servicios sanitarios infantiles incluso desmantelaron las luces de la calle que posteriormente serían recicladas en lámparas para el tratamiento de niños y adultos.
El pañuelo de papel, tal como lo conocemos hoy en día, que además es comercializado en muchos negocios de cualquier ciudad del mundo, tuvo su origen en la Primera Guerra Mundial.
Su creación estuvo precedida por las toallas sanitarias, las cuales no fueron tan exitosas de inmediato entre el público femenino, porque a las mujeres les daba vergüenza comprarlas en negocios atendidos por hombres.
La empresa creadora propuso a los negocios que las mujeres colocaran el dinero en una caja, sin tener contacto con el vendedor, e inmediatamente se elevaron las ventas.
Al notar que el papel tenía mucho potencial para crear otros productos, el cual básicamente estaba siendo desperdiciado, la empresa C.A «Bert» Fourness tuvo la idea de planchar el material de la celulosa para hacer un pañuelo suave y fino.
Tras muchos experimentos y un sinfín de pruebas de mercado, el famoso «Kleenex» nació en 1924.
Antes de que la Primera Guerra Mundial iniciara, un material llamado “celucotton” ya había sido inventado por la empresa estadounidense Kimberly-Clark (C-K).
Fue durante un recorrido por las plantas de pasta de papel en Alemania, Austria y Escandinavia en 1914, que los investigadores de esta empresa descubrieron un material cinco veces más absorbente que el algodón y que, producido en grandes cantidades, se podía fabricar por la mitad de precio.
Sin ninguna duda al respecto, decidieron llevarlo a Estados Unidos para comercializarlo.
Cuando Estados Unidos se declaró en guerra en 1917, la empresa comenzó a producir un forro de algodón para la vestimenta de los profesionales sanitarios.
Fueron las enfermeras de la Cruz Roja en el campo de batalla, quienes se dieron cuenta que este material tenía otro posible uso durante su menstruación.
Tras dos años de estudio intensivo, experimentos y pruebas de mercado, la empresa finalmente creó una toallita sanitaria hecha de “celucotton” y gasas finas.
La ciencia ha permitido mejorar la calidad de vida de la humanidad. ¿Te imaginas viviendo en una época donde no haya teléfono o aviones?
Tal como mencionamos anteriormente, son precisamente estos inventos revolucionarios los que han cambiado el rumbo de la historia.
Descubre junto a nosotros estos 5 inventos de la Revolución Industrial:
En 1768 se construyó el primer modelo de una máquina de vapor a cargo de James Watt.
Se trata de un motor de combustión externa que transforma la energía de vapor de agua en trabajo mecánico o cinético.
Este invento revolucionario tuvo un rol determinante para mover máquinas y aparatos.
La invención del teléfono es atribuida a Alexander Graham Bell en el año 1876.
Se trató de un aparato que transmitía sonidos por un cable a través de señales eléctricas. Sin duda alguna este ha sido uno de los inventos más importantes porque revolucionó el mundo de las telecomunicaciones.
El coche
Karl Benz desarrolló el primer automóvil de combustión interna que tenía forma de triciclo, durante el año 1885.
Este coche estaba equipado con un pequeño motor de cuatro tiempos, horizontal monocilíndrico y contaba con un carburador y refrigeración por agua.
Los hermanos Wright de Estados Unidos son los inventores del primer avión.
La idea surgió en 1899, pero no fue hasta el 17 de diciembre de 1903 que volaron por primera vez.
Los hermanos construyeron el planeador con un motor de petróleo de 12 caballos de fuerza y dos propelas. Tenía dos alas principales posicionadas una sobre otra, y ambas ayudaban a proveer empuje al planeador.
Aunque este invento revolucionario es atribuido a Thomas Alva Edison, en 1809 Humphry Davy colocó una fina tira de carbón entre los dos polos de una pila y creó un fugaz arco luminoso, considerada la esencia del funcionamiento de la bombilla.
La primera bombilla irradió luz durante 14 horas sucesivas. Posteriormente, Edison la desarrolló y perfeccionó hasta llegar a la bombilla de larga duración.
Tal como mencionamos en nuestro artículo Cómo patentar una idea para que sea exitosa, Guillermo Alonso es el hombre detrás del vasoplato.
Su idea traspasó las fronteras y se hizo conocido alrededor del mundo. La idea llegó en 2010 y se convirtió, tras mucho trabajo, en su proyecto de fin de carrera.
Con un solo producto de plástico logró facilitar una de las actividades más conocidas en España: tapear de pie. Guillermo se cansó de la incomodidad que producía sujetar la cerveza o la bebida y el plato de comida a la vez.
Por lo general, con una mano se sostiene el plato con comida y con la otra la bebida. Sin embargo, se tienen que hacer malabares para poder disfrutar de los platillos.
Viendo este problema Guillermo empezó a trabajar en la solución.
El vasoplato consiste, tal como lo indica su nombre, en un vaso y un plato conformados por una misma pieza.
Se trata de un diseño fácil de manejar y sobretodo, fácil de fabricar. Está hecho de plástico por lo que su peso no supone un problema.
Además es ergonómico, reutilizable, apilable y estéticamente atractivo. Estas son las palabras elegidas por Guillermo Alonso para describir su invento.
El vasoplato se convirtió en un éxito rotundo ya que varias empresas cerveceras, gastronómicas y de hostelería se interesaron en él. Sin embargo el interés llegó con una condición particular: hacer del vasoplato un producto sostenible.
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